Recordar con alegría. Llenos de colores. Con flores que inundan todo el entorno, iluminando cualquier espacio para que la nostalgia llegue en forma de sonrisas. Comida, fotos, velas dando una luz particular, una que se siente feliz. Adornos cargados, calacas de todos los tamaños y diseños posibles, familias reunidas y el recuerdo permanente para que los que se fueron en realidad no se vayan jamás.
Llegamos a México con la ilusión de reencontrarnos, de abrazarnos. Una a una, en distintos días y horarios, fuimos apareciendo para vernos y sentirnos de nuevo. Sinceramente, no sé si la fecha fue planificada o simplemente fue una gran coincidencia, pero pasamos una semana cargada de la energía del Día de Muertos que, contrario al negro que representa el luto, nos vistió de colores y nos llenó de nuevos recuerdos.
Construimos un hermoso altar que nos causó ilusión desde que nos reunimos, las 4 amigas, luego de 7 años de no estar todas juntas. Elegimos, una a una, las imágenes que nos conectaron con nuestros seres queridos que partieron antes, y recordamos con emoción que pudimos compartir, con muchos de ellos, hermosos momentos. Aprendimos, con pequeñas aunque muy simbólicas acciones, a resignificar los dolores tan profundos de la pérdida y a convertirlos en rituales que nos acercan a entender la vida desde otro enfoque. A entender la vida desde la muerte. Y a vivir la vida, a pesar de la muerte, aunque al principio no sé sepa cómo, o parezca que es imposible volver a sonreír con el vacío que dejan los que se van primero.
Hoy recordé con profundo amor a mi papá, a mi abuela, a mi sobrino que a pesar de su cortita edad nos vino a enseñar muchas cosas que no habíamos visto antes. Recordé a mi tía, con su sonrisa tatuada, visitando mi altar por primera vez. Recordé, con ellos, sus dolores, su camino, sus luchas y sus amores. Esas batallas que no pudieron ganar, esas lecciones que me dejaron para que aprenda a recorrer la vida, y también pensé en todas aquellas que no he aprendido muy bien. Pensé en el camino que estoy recorriendo, a veces con mucha dificultad, para honrar la vida. Y pensé en todo lo que me queda para hacerlo de la mejor manera que pueda.
Pensé en lo importante de los rituales. En la energía que mueven, en lo que enseñan, en cómo nos conectan. Pensé en lo afortunada que he sido, en este día, para recordar a mis muertos con tanto amor y pensé en lo importante de la transformación del dolor para darle alivio al alma y para abrir nuevos caminos mientras estemos vivos, porque finalmente, es la mejor manera de honrar la vida de quienes se fueron.
Bellísimo escrito!
No me pierdo tu blog
Gracias!
Me encanta