Este año empezó con todo.
Enero no me dejó un respiro, pero no lo digo mal ni triste, lo digo contenta. Pasaron muchas cosas que ya empiezan a marcar con más certezas el rumbo del 2025 y que generan muchos desafíos. Quizá el más importante de todos es el manejo del tiempo que va de la mano del gran descubrimiento del año pasado: el multitasking es un engaño.
Pasé años de mi vida creyendo que era una habilidad hacer muchas cosas al mismo tiempo, en el ámbito que fuera: mientras tenía una reunión de trabajo, contestaba emails; mientras me lavaba los dientes, trataba de ordenar el baño; mientras escribía, contestaba chats de Whatsapp que, además, no eran ni urgentes, ni prioritarios, ni importantes. Pasé años de mi vida convencida (sin haberme detenido a pensar nunca en el tema) de que eso era ser efectiva y que así es la vida, el trabajo y el éxito: un trajín acelerado en el que el tiempo nunca iba a alcanzar -porque si te detienes alguien más te saca el lugar- y en el que tener el corazón acelerado y la vida llena de prisas era lo normal. En resumen: pasé años de mi vida engañada, o quizá presa de un sistema que nos ha formado para correr detrás de algo que ni siquiera sabemos qué es, porque lo que importa es correr. Y a mi no me gusta correr, a mi me gusta hacer pilates.
A pesar de eso reconozco que sigo corriendo, pero cada vez menos, o al menos cada vez más lento. No me voy a hacer la superada y decir que no me importa nada, que me salí del sistema -o sea del mundo en el que vivo que marca las reglas- y que soy un dechado de relajación, porque eso de mentirme a mi misma ya lo traté varias terapias atrás, pero sí voy a decir que el tiempo me enseñó a elegir mis batallas y mis actividades, y a hacerlas y tratar de disfrutarlas una a la vez. Con ese pequeño cambio se fue la ansiedad, el apuro y la insatisfacción y aunque sigo muchas veces cayendo en la vorágine del multitasking, apenas siento el corazón acelerado y la sensación de que no voy a llegar, intento parar, elegir una cosa -por más simple o mínima que sea-, empezarla y terminarla. Y eso me hace bien para todo: para entregar un trabajo o para mi clase de cerámica; para lavar los platos de mi casa o para pagar las facturas mensuales.
Hoy estoy en un momento de muchos desafíos personales y profesionales, el escenario perfecto para que el multitasking me haga creer que es la solución a todos mis agobios. Y sí, es tentador. De pronto empiezo a sentir el corazón latir más rápido y llega de golpe una sensación que sube de la panza al pecho y del pecho a la cabeza. Una sensación que me pide más. La diferencia es que ahora la reconozco. Intento parar, pensar, elegir y seguir. No me resulta fácil. Entiendo y acepto que no todo puede tener nuestro ritmo y también que hay momentos y oportunidades en la vida que requieren un poco más de trabajo y un poco menos de descanso que otros. Yo estoy, ahora, en uno de esos. Lo tomo, lo agradezco, incluso sonrío. Me gustan los desafíos. Solo que ahora decido/intento vivirlos de a uno por vez.
Nos leemos el próximo jueves,
nicole
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Que bueno que hayas reconocido la importancia de llevar una vida desacelerada. Te admiro y tienes mucha energía.
Aprender a frenar un poco y dejar el multitasking fue una de las cosas que más transformó mi mente. Me encanta ese enfoque de ir paso a paso. ¡A seguir disfrutando de cada momento sin prisa!