Gracias por esta preciosidad de texto. Me ha conmovido muchísimo y me has llevado contido por esa montaña rusa de emociones.
Sentir tantas cosas es, por igual, maravilloso y delirante. Querrías abrazar a ese chico, devolverle su adolescencia (quizá) robada. Entender de dónde viene para saciar esa certeza atroz de que el mundo es un lugar horrible. Porque mientras haya gente que sufre por las desigualdades del sistema, ¿cómo va a ser este mundo un lugar digno?
Al igual que tú, me pregunto cómo hay personas que nacen en lugares injustos y salvajes, y otras (como quizá yo) tienen todo lo que pueden necesitar para florecer y aún así... Esa locura transitoria de imaginar vidas trágicas (porque esas vidas existen, porque de qué sino iba ese chico a encontrarse en esa situación) a mí me atrapa muchas veces también.
Así que intento siempre imaginar una contrapartida, sino más alegre, algo más luminosa. Quizá vender esas plantitas es la alternativa a la droga, o a la delincuencia; quizá lo hace para aportar en su casa una barra de pan, aunque sea a fuerza de tirar de lomo, quizá de mayor será un gran empresario, quizá su hogar es un lugar hostil y fuera de él, pueda respirar.
Pero todas estas son suposiciones, cuentos que nos inventamos para afrontar el dolor y la injusticia en otros cuando no tenemos las herramientas para poder ayudarles. Quizá es en esa compasión por el otro, donde podemos encontrar a Dios.👏
Gracias, Laura, por leer y por tus palabras. Muchas reflexiones que aprender de tu comentario y me quedo con esa última frase que me resonó muchísimo. ¡Un abrazo grande!
Me he sentido muy identificada con tu escrito, no sólo en relación a lo que mencionas de creer en Dios y hablarle y pedirle en ciertos momentos sino por las sensaciones que describes ante la situación del muchacho, porque yo también soy así y en un momento me imagino la vida trágica y desdichada de una persona y me siento mal y sufro por lo que veo. Y en esos momentos recurro a Dios, siempre con plegarias de ayuda por otra persona, porque necesito que sepa que no le pido nada para mí, pero que necesito que ayude a esa otra persona porque quizás no ha podido ver qué tiene una necesidad.
Qué dolor se siente en el corazón cuando se recurre a un ser como Dios para poder sanar algo.
Gracias por esta preciosidad de texto. Me ha conmovido muchísimo y me has llevado contido por esa montaña rusa de emociones.
Sentir tantas cosas es, por igual, maravilloso y delirante. Querrías abrazar a ese chico, devolverle su adolescencia (quizá) robada. Entender de dónde viene para saciar esa certeza atroz de que el mundo es un lugar horrible. Porque mientras haya gente que sufre por las desigualdades del sistema, ¿cómo va a ser este mundo un lugar digno?
Al igual que tú, me pregunto cómo hay personas que nacen en lugares injustos y salvajes, y otras (como quizá yo) tienen todo lo que pueden necesitar para florecer y aún así... Esa locura transitoria de imaginar vidas trágicas (porque esas vidas existen, porque de qué sino iba ese chico a encontrarse en esa situación) a mí me atrapa muchas veces también.
Así que intento siempre imaginar una contrapartida, sino más alegre, algo más luminosa. Quizá vender esas plantitas es la alternativa a la droga, o a la delincuencia; quizá lo hace para aportar en su casa una barra de pan, aunque sea a fuerza de tirar de lomo, quizá de mayor será un gran empresario, quizá su hogar es un lugar hostil y fuera de él, pueda respirar.
Pero todas estas son suposiciones, cuentos que nos inventamos para afrontar el dolor y la injusticia en otros cuando no tenemos las herramientas para poder ayudarles. Quizá es en esa compasión por el otro, donde podemos encontrar a Dios.👏
Gracias, Laura, por leer y por tus palabras. Muchas reflexiones que aprender de tu comentario y me quedo con esa última frase que me resonó muchísimo. ¡Un abrazo grande!
Me he sentido muy identificada con tu escrito, no sólo en relación a lo que mencionas de creer en Dios y hablarle y pedirle en ciertos momentos sino por las sensaciones que describes ante la situación del muchacho, porque yo también soy así y en un momento me imagino la vida trágica y desdichada de una persona y me siento mal y sufro por lo que veo. Y en esos momentos recurro a Dios, siempre con plegarias de ayuda por otra persona, porque necesito que sepa que no le pido nada para mí, pero que necesito que ayude a esa otra persona porque quizás no ha podido ver qué tiene una necesidad.
Qué dolor se siente en el corazón cuando se recurre a un ser como Dios para poder sanar algo.
Que bueno saber que no soy la única con todo eso revuelto adentro. Un abrazo ❤️
A mi igual me ronda la idea de la no-existencia de Dios.
Es atractivo no creer en él (¿o ella?); pero también es sanador creer en él.
Así como tú, a veces creo y a veces no. A veces por culpa y a veces porque me conviene.
Una dualidad que parece no tener fin... Parte de la vida, al menos de la mía.