66. Lugares
Es que hay viajes en los que el lugar y el tiempo son lo de menos. Lo que importa es el significado que tienen para nuestra vida.
Hicimos un viaje sin muchas expectativas.
Maletas de mano, 3 días en el campo, un par de libros y no mucho más equipaje. Llegamos a un pueblo chiquitito en el que todo parecía estar en pausa, en el que todo tenía un ritmo tan relajado que no sabíamos cómo lidiar con él.
Cuando nos vimos, luego de muchos meses de estar lejos, nos abrazamos tan fuerte que parecía que en cualquier momento íbamos a reventar. Sonreímos. El tiempo que pasa tan rápido, no pasa cuando te encuentras con ciertas personas, con ciertos abrazos. Es como si el reloj se hubiera detenido, y de no ser por alguna que otra arruga, no hubiésemos podido percatarnos de cuánto tiempo pasamos lejos.
Conocí a su hija más grande, con carácter fuerte que ya se nota en sus pequeños 4 años. Cargué a su niño de menos de un año y sus ojos y sonrisa me recordaron a mi sobrino, porque los ojos de ellos dos son los más dulces y bien humorados que he visto en la vida. Caminamos, charlamos. Nos volvimos a encontrar en otro contexto, en otro lugar, en una nueva circunstancia. Somos las mismas, pero al mismo tiempo somos diferentes. Y eso no tiene importancia cuando estamos juntas.
El fin de semana nos reencontramos las dos y yo me reencontré conmigo.
Sentir el calor del hogar, el espacio familiar compartido, la mesa llena. Turnarse para saber quién cocina, quién pone la mesa, quién lava los platos, quién sirve el postre. Estar en el grupo que cuida, que juega aunque no tenga muchas ganas, que corre con menos energía que todos los sub-10 de la familia, pero corre. Disfrutar, con calma, de esas cosas cotidianas que me hacen sonreír y me arrugan el alma. De esas cosas que, muy seguido, me hacen falta.
Esa perfección de lo simple, esa necesidad de lo básico más básico y al mismo tiempo de lo irreemplazable: la familia y los afectos.
Es que hay viajes en los que el lugar y el tiempo son lo de menos. Hay viajes que tienen otro sentido. Hay lugares que pueden no ser majestuosos, ni siquiera lindos. Sitios a los que quizá nadie iría en unas vacaciones y que se convierten en especiales por lo que ahí vivimos, por lo que significan, y también por lo que nos enseñan. Espacios que no cambiaríamos por nada.
Es que no todo tiene que ser espectacular y llamativo, no todo tiene que ser instagrameable, no todo tiene que quedar registrado en una foto y en un video: la sensación del amor, del calor de un hogar, de las risas, de los momentos que se viven, no quedan grabados en ningún sitio mejor que en nuestros más hermosos recuerdos.
Y bueno, quizá en alguno de los cuadernos en los que queremos escribir todo eso, para asegurarnos de que nunca, ni en las peores circunstancias, se nos olvide lo eso que para nosotros es, quizá, lo más importante.
¿Cuál es tu lugar especial?
Descarga la app para que puedas interactuar y comentar fácilmente, y para que descubras un montón de otros newsletters que andan dando vuelta por el mundo:
Esos viajes que uno hace a veces, sin expectativas, o incluso a veces sin planearlos, son casi siempre viajes para el recuerdo. Si me pongo en plan poético, los llamaría «turismo del alma o turismo de recuerdo».
Estoy de acuerdo en que no siempre tiene que ser todo «instagrameable» o espectacular. Yo al menos disfruto más los pequeños viajes no planeados desde hace tiempo. Justamente este domingo voy a desplazarme a la capital de mi isla (un trayecto de apenas hora y media en coche) para ver a dos personas que hace casi 5 años que no veo. Seguro que será especial. El lugar y el entorno es lo de menos.
Gracias por estar. ❤️