Nunca he estado segura de lo que escribo
#94 Y por alguna razón, nunca he dejado de hacerlo.
“¿Importa que alguien nos lea? Seguramente sí, y sin embargo, aunque no hubiese ninguno, yo lo único que quiero ahora es hablar de amor.”
Raúl Zurita, en La Experiencia del Amor (Gris Tormenta)
Nunca he escrito segura de lo que escribo. Tampoco lo estoy ahora.
Solo mis diarios íntimos, esa colección infinita de pastas de colores y repleta de letras de todos los modelos posibles, han sido testigos reales de mis verdades y mentiras más profundas. Es que en ellos no he tenido vergüenza, ni miedo. Han sido refugio. Han sido un reflejo de mi, que solo puedo ver ahí, que solo conozco de esa manera. Han sido una fotografía perfecta de las sensaciones, de los agobios, de los momentos más importantes de la vida. Han sido el reflejo fidedigno de un momento, pero también refugio de mis más grandes deseos y de mis más maliciosos pensamientos, esos que en otro lugar hubieran herido letalmente incluso a mis personas más amadas.
En ellos he escrito solo para mí y a veces ni siquiera para mí: hay cientos de páginas sin leer, almacenadas en cartones viejos en tres o cuatro bodegas, carcomidos por la humedad y amarilleados por el paso del tiempo. Cientos de páginas que es muy probable que se queden ahí hasta desvanecerse con los años. Y sin embargo, todas esas letras ahora muertas, para mí tienen sentido, aunque no sepa ni lo que dicen. Quizá por eso la escritura íntima es, últimamente, una gran herramienta de terapia, mucho más efectiva y profunda de lo que parece.
No creo en las fórmulas. No me gustan las modas. No creo que las “morning pages” sean la solución a la vida y menos creo en quienes lucran de todo ello con falsas promesas que aprovechan las heridas de corazones tristes y ansiosos. Solo creo en la escritura íntima como una conexión personal, como un descubrimiento de grandes verdades no dichas, como ese -quizá único- espacio verdaderamente privado en un mundo que ha cambiado mucho la forma en la que nos relacionamos con los demás.
Y sí, nunca fuera de ese espacio de mis cuadernos me he sentido segura de mi escritura. Sin embargo, tampoco puedo dejar de escribir. De escribir y de publicar.
Hay un algo en la escritura compartida, en la lectura y en la mirada de los otros que le da una magia especial a lo que escribimos. Después del miedo al ridículo, a no tener un texto suficientemente bueno, a que no sea algo intelectualmente valorado o calificado -y puedo seguir infinitamente porque los fantasmas son muchos y los prejuicios también- está una conexión que solo se gesta en las palabras escritas, una especie de hilo rojo, de vínculo cercano. Una especie de relación que se forja entre quien escribe y quien lee. Una relación que siento que vamos construyendo en conjunto.
GRACIAS por leerme. Y por permanecer aquí.
Gracias por compartirte, es muy bello recibir tus palabras a la distancia y conectar aunque nunca nos hemos visto físicamente ✨
Me encanta leerte, me encanta tu manera de escribir, tu claridad, tu redacción, tu ánimo. Cuando será el día que todos esos papeles se conviertan en un libro. Ya tienes bastante material