Diario de desvariaciones
#74 - Aunque la palabra desvariaciones, en realidad, no exista en la RAE.
20-sept-2024
Estoy sentada en un café, y entre reuniones, entrevistas y uno que otro escape a leer el chat con mis amigas (los audios los dejo para más tarde, así evito que toda la cafetería se entere de nuestras intimidades), decido escribir algo en los 15 minutos que quedan para el siguiente encuentro. Pienso hace cuánto estoy aquí, escribiendo esta newsletter. Procrastino el texto, voy al archivo para sacarme la duda, y veo la fecha: 20-sept-2022. Hace dos años exactos que volví a escribir.
Me costó volver a arrancar.
En algún lado del camino se quedó la facilidad que tenía en mis tiempos de bloguera de escribir posteos largos en cuestión de 10 minutos. A mis veintes, tenía fuego en los dedos, tecleaba con una velocidad maravillosa que iba al ritmo de mis ideas. No dudaba, y si dudaba, no me acuerdo. Es maravillosa la capacidad que nos da el tiempo para olvidar lo que nos conviene. Quizá por eso, lo que sí me acuerdo es la facilidad hermosa que tenía para encontrar ideas, historias e inspiración, y plasmarlas en letras. Y hoy eso me da un poco de envidia. Cuesta dejar ir lo que fuimos y tanto nos gustó…
A mis cuarentas, la realidad es que voy un poco más lento. Al parecer, no solo cambió el metabolismo, sino también la creatividad. Sin embargo, aunque cuesta un poco más que antes, escribir sigue siendo mi actividad favorita: el espacio en donde sin planificar salen ideas que no sabía que tenía, inquietudes que están adentro y que solo cobran vida cuando las escribo. Al escribir aparecen nuevas perspectivas de todo y cientos de memorias y de historias cobran vida. Quizá porque soy una nostálgica profesional, una guardadora serial de recuerdos (que incluye hasta la bolsa de papas fritas que comí con mis amigas de la Universidad en el último día de clases), es que encuentro en la escritura el arma más poderosa para inmortalizar recuerdos, para conectar con profundamente con personas que no conozco y que están al otro lado de mundo, como pasa por aquí.
Me tengo que ir, tengo una entrevista más y luego un curso para aprender a hacer velas, mi nueva obsesión.
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26-sept-2024
Quise volver, pero no pude.
Quizá justo porque ahora no tengo la capacidad de escribir una entrada en las notas del celular. Quizá porque mi estructura mental ahora necesita una computadora, una silla medianamente aceptable y un rato libre sin interrupciones para poder hacerlo. Quién sabe.
Lo cierto es que hoy estoy sentada, 10 minutos luego del almuerzo y antes de otra entrevista, en el escritorio de mi casa, oliendo el aroma a orquídea que emana la vela de soja que he prendido a diario desde el viernes pasado que la hice en el taller, y observando cada reacción y paso que hace el fuego en su cuerpo, en su textura. Me gusta ver cómo la soja se convierte en aceite y cómo ese aceite genera pequeñas burbujitas que van sacando ese olor a flores que acompaña perfectamente el inicio de la primavera, mi estación favorita del año antes del calor sofocante y el asfalto que quema en los pies a toda hora del día en el verano, del que, igualmente, amo las noches con más luz y las terrazas llenas de música y gente (menos la de mi vecina cuando sus inquilinos arman fiesta de lunes a lunes hasta las 7am).
En fin.
Hace dos años que abrí Substack y hace uno que escribo constantemente. Mi primer reto, al volver, fue publicar un año sin interrupciones, para aflojar los dedos y las ideas, para no abandonar los proyectos a la primera de cambio y para saber que al escribir, no puedo depender más de la inspiración, porque ella va y viene según su antojo. Hoy, por ejemplo, no estoy inspirada. (Interrumpe una llamada).
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Regreso, 40 minutos después.
Aún no termino de escribir, ni tampoco de trabajar, ni he podido hacer mis nuevas velas, ni he lavado los platos del almuerzo. Quiero estar leyendo un libro nuevo que me prestaron el fin de semana porque voy a ir a un conversatorio el sábado. Quiero pensar que lo lograré, pero siendo objetiva, es posible que no. ¿Me quedaré hoy o mañana hasta la madrugada? Quizá sí. Rescindir horas de sueño a cambio de una buena historia no viene mal. Cosas que pueden pasar un jueves.
Estoy desvariando.
Mejor me voy a terminar de hacer lo que tengo en fila, antes de la cena de esta noche. Ah, es que un amigo y su novia nos invitaron a cenar. Comida peruana. Se me está haciendo agua la boca. Me gustan los jueves con planes sorpresa, pero no todos los jueves, algunos jueves. La mayoría me gusta seguir mi rutina: cenar mientras hablo con Diego, acostarme, hacer zapping (¿así se escribe?) un rato y terminar con el libro de turno en la cabeza hasta que, en algún momento y por arte de magia, la luz de mi mesita de luz se apague.
El próximo jueves espero no desvariar tanto.
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Esta vulnerabilidad hace que una lectora como yo, se identifique más con vos.
Gracias.