Hola,
Esto es así: hoy es feriado, debería estar dormida -o al menos leyendo metida, calientita, en mi cama-, pero no. Se me olvidó que había día libre y reservé una clase de pilates a las 8 am, a la que asistí contra TODO pronóstico en este intento diario de retomar, al menos en parte, mi rutina, y de aliviar, al menos en parte, el dolor de rodilla que aparece cada vez que me quedo quieta.
Siendo aún temprano, estoy en mi balcón con un clima de otoño que no puede ser mejor. Recuerdo lo que leí ayer a la noche de Un Fuego y pienso que no, que hoy no hace frío, como en la mayoría de los dos de mayo (por cierto, feliz cumple, Lu). Pienso también como la luz natural, ese dorado tan único del sol, tiene el poder de cambiar el humor y las ganas: es que en días tan bellos como hoy, te dan ganas de hacer todo. Todo y más.
Hoy cumplo seis años viviendo en Buenos Aires.
Seis años de un comenzar de nuevo -que me encanta- y seis años de haber empezado a ser otra, aunque en ese momento no me di cuenta. Tampoco quería ser otra, solo sucedió: empezar a hacer la vida permanente en un lugar al que perteneces y no perteneces al mismo tiempo ha tenido, por suerte, más subes que bajas, pero sin duda ha estado atravesado por una pregunta: ¿Quién soy cuando no soy más lo que fui?
Creo que hace varios años dejé de ser quien fui, pero apenas lo empecé a asumir hace pocas semanas, cuando en medio del caos, de las nuevas habilidades, de un trabajo que nunca antes hice (y que hoy es una de mis principales actividades), me di cuenta de que mi yo de tacones quedó en el pasado: que esa que en un momento fui no es la que soy hoy, que he vivido muchos años aferrada a una idea sobre mí que no me permitió ver con claridad en quién me convertí en todos estos años y que me mostró, con hechos, que la gente cambia. Que yo cambio. Que todos lo hacemos.
En Buenos Aires me reconstruí, me reconocí y, al mismo tiempo, me reencontré. Es imposible seguir siendo la misma cuando te mueves tanto, cuando el día a día es otro, cuando los estímulos te hacen ver todo diferente -no mejor necesariamente, pero sí diferente- y la distancia te pone unos lentes que de otra manera no podrías usar. Buenos Aires me ha mostrado una nueva forma de vivir, me ha permitido tener claras mis prioridades y también me ha presentado una yo distinta, una que no había conocido antes.
En este tiempo -y de una forma tan leve que casi no lo pude percibir-, cambié de carrera -a la que me aferraba como una garrapata-, hice cosas que no sabía que podía -como entender la economía argentina-, pude curar dolores que me presionaban el alma -que sin tierra de por medio seguirían siendo heridas abiertas y sangrantes, no tengo duda-, pero sobre todo, me pude hacer muchas preguntas. Y eso, solo eso, ya es un privilegio enorme.
Tener la posibilidad de cuestionar todo lo que quieras: las decisiones, las relaciones, los errores, los gustos, los estereotipos, abre las puertas de nuevos mundos y te da el hermoso regalo de entender que la vida puede ser vivida de maneras diferentes a las que nos enseñaron, que los deseos colectivos no son siempre los anhelos personales y que las posibilidades son infinitas -para bien y para mal-. Cuestionarte te da oportunidades, te regala perspectivas, te afianza las ideas y te vuelve más creativa, y todo eso a mi me pasó justo en Buenos Aires.
No sé si en París, o en Lisboa, o en NY o en Bogotá, o en cualquier otro sitio hubiera sido así, y tampoco me importa: fue Buenos Aires la que me regaló esos espacios de encuentro, esas largas caminatas arboladas valorando -o romantizando- todo lo cotidiano que unos cuántos años antes era quizá solo un paisaje, y la que me enfrentó a esos espacios vacíos que tuvieron que quedarse así, medio incompletos, para que yo aprendiera a vivir en paz con ellos.
Y hoy se cumplen seis años de todo eso.
Tengo un montón de cosas por hacer en Buenos Aires y en la vida. Un montón de cosas que soñé en ese avión en el que venía solo por un año y que todavía no pasaron, un montón de situaciones que jamás esperé que pasaran y otro montón más que es probable que nunca sucedan. Y tampoco me importa. En este tiempo también me he dado cuenta de que hace falta mucho más que desear para que las cosas pasen y que a pesar de la cantidad de sueños no cumplidos que podemos acumular, el solo hecho de poder soñarlos ilimitadamente ya es un regalo.
También aprendí que la vida está para ser vivida como venga, que no siempre es justa, que no siempre tiene hermosos días de sol, que a veces nos enfrenta a realidades tan fuertes que encandilan los ojos, pero que, indudablemente y en cualquier espacio y condición que estemos, también nos regala momentos tan sencillos que a veces cuesta entender cuán valiosos y sublimes pueden ser, como este dorado día de otoño en el que los pájaros cantan, emocionados, hacia mi balcón, regalándome su música que marida perfectamente con el increíble azul del cielo de este, mi sexto 2 de mayo viviendo en Buenos Aires.
Con un abrazo,
nicole
Buenos Aires mantiene esa magia que tu has encontrado.
Tus sensaciones y momentos tan bien escritos nos ponen de alguna manera dentro de ti.
Y nos transporta a ese maravilloso día que describes .
Excelente reseña de cómo te descubriste junto a Diego y la Coli en una ciudad como Buenos Aires que ofrece de todo