Lunes, 17h50. Esto es personal.
Caigo en todos los lugares comunes románticos del mundo TODOS, menos en uno: el matrimonio y sus alrededores. No lo elegí conscientemente, no lo pensé así. Solo pasó y me gustó que así sea.
No tuve una pedida de mano romántica y sorpresiva, no me casé por la Iglesia, no me vestí de blanco, no aparenté llegar virgen al matrimonio (escándalo en este momento de todas las amigas de mi madre que me leen), no tuve una gran fiesta, y en lugar de un portarretratos con una imagen del gran día, tenemos una de los dos cantando.
Me casé a semanas de cumplir los 35 años, no tenemos hijos -ni está en los planes tenerlos-, no usamos -ni tenemos- anillo de matrimonio, no hacemos particularmente celebraciones especiales por aniversario, el Diego nunca me ha hecho una declaración de amor en redes sociales, seguimos teniendo el status “soltero/a” en Facebook y nos solemos olvidar de la fecha en la que nos pusimos de novios. Y siempre todo está bien.
No somos un matrimonio usual. Nunca lo fuimos. Pero somos un matrimonio hermoso.
Hemos encontrado, en medio de todas esas excepciones, un lugar muy nuestro. Uno que nos calza, a él y a mí, maravillosamente bien. Uno que se siente como correr libre en un campo y llegar siempre a casa a tomar chocolate caliente con churros. Hemos encontrado un espacio de equipo, pero con individualidades bien marcadas que nos han permitido no perdernos en el otro y no perdernos en la pareja.
Nunca me he podido identificar con esa idea de que el matrimonio es difícil, de que la convivencia requiere de muchísima paciencia y de que la vida en pareja tiene muchos sacrificios. Lo he escuchado más de una vez, pero es algo que jamás he sentido ni vivido, y eso que estaba preparada. Sinceramente, nunca he sentido una sola cosa de nuestra relación como sacrificio, excepto -por supuesto- el hecho de aceptar que él ame el fútbol con la misma pasión con la que yo lo odio, y de tener que escuchar más seguido de lo que quisiera el ruido ambiente de los partidos que proviene desde la televisión en el fondo del living.
Nuestras personalidades, tan distintas y complementarias entre sí, han encontrado de forma casi milagrosa de coexistir en armonía, un equilibrio que mágicamente nos funciona. Un equilibrio que me deja, a mi, bailar encima de la mesa y a él disfrutar de ver mi ridículo sentado en el fondo de la sala, sonriendo. Eso, supongo, es lo que para nosotros es el amor.
No hay un solo instante en el que piense que mi vida con el Diego podría ser mejor.
Hay cosas que pueden ser mejores -cientos-, situaciones que modelaría a mi gusto y antojo -casi todas, y será seguramente lo contrario para él-, existen algunos pantalones que mandaría directo a donación -especialmente el que simula ser una calavera-, varios asuntos externos que influyen en nuestro día a día -que sin duda cambiaría con una varita mágica-, pero todo eso no es más que la vida misma.
Él y yo estamos lejos de ser perfectos (yo estoy mucho más lejos que él, claro está), pero en realidad no queremos ser perfectos, solo queremos estar bien. Juntos o separados. Como pareja y como individuos. Pero bien. En un entorno sano. Bien para poder afrontar los momentos en los que las cosas van mal, cuando la tormenta acecha, cuando la crisis golpea la puerta. Bien para tener claridad de quienes somos y a dónde vamos, cada uno y en conjunto. Bien ahora a los 5 años, y ojalá a los 8, a los 10, a los 20, a los todos, a los que sean. Bien hasta que estemos bien, sin importar el tiempo que es solo un número, y el matrimonio, que, para nosotros, es solo es una formalidad, no una atadura ni un objetivo.
El Diego no es lo que siempre soñé. El Diego es él. Yo no tengo idea de si él soñó algo, pero se encontró conmigo y yo soy yo. Ambos estamos repletos de defectos, de cosas para mejorar, de mochilas ajenas que se nos hacen pesadas, pero también estamos repletos de mucha libertad, autenticidad y respeto por el espacio del otro (menos a la hora de ver el fútbol 😂 ).
Eso es lo que hasta hoy nos ha funcionado y lo que yo no doy por sentado ni un solo día.
Feliz aniversario, Yeyo. Gracias ❤️
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Suena tan pero tan bien. Feliz vida!!!
Que lindo relato!!!!! los convencionalismos son ataduras que deben quedar quizá, en algún recuerdo remoto. Pero bueno, habrá a quien le agrade....