Ayer a la tarde llegué a casa de Tatiana con 50 hojas impresas del borrador de la primera parte del libro que estamos escribiendo. Lo hago yo, técnicamente, pero es su historia, así que el plural nos queda bastante bien.
Aunque no es la versión final (ni siquiera se acerca), no quería que pasara un minuto más sin que ella la pudiera ver y así sentir que la historia está cobrando vida. Que es una realidad. Que todas las horas de charlas, todos los documentos que buscó y encontró y, sobre todo, que las veces que le dije que estaba trabajando en el libro, han dado un primer resultado: esas hojas impresas, llenas de letras, que ahora ocupan sus manos y su atención, son ese primer acercamiento a que todo este libro es real. Los cientos de issues que he tenido yo para hacerlo -y sigo teniendo-, desde la responsabilidad, el tiempo y la idoneidad para escribirlo, son cosa mía, da para otra historia y para alguna sesión extra con mi psicólogo. Sin embargo han tenido que ver, sin duda, con las demoras que hemos tenido, sobre todo por los puntos uno y tres, pues el tiempo nunca alcanza para nada y casi siempre es el pretexto ideal para todo. No quiero que eso pase ahora, así que ayer di ese primer paso para que eso sea así.
Cuando llegué estaba terminando de maquillarse para recibirme, según ella, bien. Lo que pasa es que yo siempre le veo linda y bien, pero ella no deja de ser coqueta ni cuando está en el mayor ambiente de confianza. Apenas entré a la casa y le di un beso, empezamos a trabajar, tratando de no perder el tiempo con mucho preámbulo, como solemos hacer. Hablamos de algunos acuerdos, como el hecho de no querer que nadie más lea el borrador hasta que no esté bastante avanzando para no retrasar más su escritura (mucha opinión y muchos cambios pueden no ser de ayuda en este momento en el que está costando tanto que salgan las letras), y como qué es lo que tendría que hacer “en caso de que viaje”, como ella dice, cuando se refiere, en realidad, a qué debería hacer si ella llegara a morir. Yo, que no quiero ni pensar en esa posibilidad, le tomé de la mano y le prometí que haré lo que ella me pida. Empezando por terminar este libro.
Con la sensibilidad alborotada por esa charla, saqué valentía y empecé a leer, en voz alta, los primeros párrafos. Me fue difícil, muy difícil, contener las lágrimas. Escribir en solitario es una cosa, pero escuchar cada palabra, cada frase y comprender todo el camino mío y de ella, es, definitivamente, otra experiencia sensorial que me mantuvo al borde del llanto durante muchos minutos hasta que no pude resistir más y empecé a lagrimear a borbotones. Taty me agarró de la mano y, mirándome con ternura, me dijo: “Estoy tan golpeada, que es como si fuera de piedra. La vida me enseñó a controlar las emociones, porque una vez que sale una lágrima, no puedes parar a todas las que vienen detrás. Espero que jamás te enseñe eso a ti, o no sé, quizá tienes que aprenderlo”, concluyó, acariciándome suavemente.
Pasaron unos minutos y decidí continuar leyendo a pesar de ese quiebre emocional que había sentido y del inmenso temor que me daba que todo eso que había escrito no fuera algo que le gustara a Tatiana. Empecé a leer un texto sobre su madre, Lidia, y sobre cómo yo he percibido, desde nuestras conversaciones, su relación con ella. Tenía los ojos cerrados y una leve sonrisa en su rostro. Paré y pregunté: ¿Estás bien, Tatu? pensando que se había dormido. Abrió los ojos, ahora cristalinos y me dijo: “Sí, estoy sintiendo aquí -señalando su pecho- y viviendo cada palabra que dices y es como si tú hubieras estado ahí”.
De sus ojos, cayeron un par de lágrimas que no sabría decir si fueron de emoción, de nostalgia, de tristeza o de felicidad. Su corazón, tan acostumbrado a poner en pausa sus sentimientos, me regaló un momento muy lindo y muy emotivo y el alivio de saber que, pese a todos mis temores e inseguridades, vamos avanzando en ese libro por buen camino. Lento, pero más seguro que nunca.
nicole
he sentido cada palabra, y he pensado en tu lectura frente a ella, que emoción, me espeluzna los brazos, siento emoción por leer el libro, te siento y le siento a Taty. Gracias Nicolita
Tan bello, tan emotivo, tan sentido... qué ganas de leer el libro!!!